Mouris Salloum George *
En el brutal encarnecimiento personificado de la pugna por el poder presidencial, sólo por excepción el indefenso electorado recibe algunas ofertas sistematizadasde lo que sería un eventual programa de gobierno para el sexenio 2018-2024.
Tenemos una inclemente descarga masiva de spots de los partidos y candidatos; los consejeros electorales federales asaltan, una hora sí y otra también, las pantallas de televisión para “informarle” al público que quiere escucharlos sobre el acerado blindaje de la jornada del 1 de julio, que será legal, pacífica y un ejemplo para las democracias contemporáneas.
Las mismas pantallas de televisión nos exhiben, sin solución de continuidad, las espantosas escenas que merecerían el título de La noche de los cuchillos largos.
El racimo de cadáveres a un corte de la semana pasada ya supera la cifra de 90, entre funcionarios y dirigentes de partido en funciones, y candidatos a puestos de elección popular. Las representaciones de los partidos sólo levantan la voz cuando la víctima milita en sus filas.
No hay espacio para discutir los grandes problemas nacionales
Los candidatos presidenciales apenas agotan en su agenda diaria el obsceno rosario de incriminaciones contra sus adversarios, y por ahí sueltan algunas generalidades de lo que están dispuestos a hacer en caso de que la voluntad popular se pronuncie por ellos.
Sólo en forma de enunciados se asoman en el discurso electoral los grandes problemas nacionales de México; pero esos enunciados, aislados según la naturaleza de las audiencias, no dan para soluciones objetivamente factibles, mucho menos para construir un Plan de Salvación Nacional.
Hasta la campaña presidencial de 2000, todavía el partido casi único, así como los adversarios en ascenso, colocaban en el orden de prioridades de sus tareas de proselitismo “amarrar” el voto duro de sus bases tradicionales.
En el caso del “institucional” y algunas tendencias de izquierda, la disputa era por el voto de la clase trabajadora tanto de la ciudad como del campo, históricamente mayoritario.
El enfoque retórico de las campañas actuales, dependientes del efecto de los medios electrónicos, va dirigido básicamente a las clases medias que, sobre todo en las zonas urbanas, expresan con mayor virulencia su hartazgo contra el gobierno.
¿Qué entendemos como grandes problemas nacionales? ¿Cómo lo ilustramos?
La deplorable calidad de los “nuevos empleos”
Ensayemos un ejercicio: La actual administración de Enrique Peña Nieto, todavía el pasado 1 de mayo blasonó de máximos históricos en la creación de nuevos empleos. Ahí están los “records” respecto de los recientes sexenios precedentes, según dicen los estadígrafos oficiales.
Eso ha dado pie a que algunas cajas de resonancia del régimen hablen ya de pleno empleo. No “máximo”, sino pleno. No hay economía industrializada que pueda -ni lo intenta- documentar la plena ocupación de su masa laborante. Pero aquí no se andan con pequeñeces.
El pasado fin de semana leímos una advertencia: El crecimiento de la economía en México no podrá abandonar su ritmo inercial de dos por ciento en promedio anual que ha registrado por más de dos décadas, si más de la mitad de la Población Económicamente Activa continúa en la informalidad.
Se habla sólo de población que subsiste en la informalidad (57 por ciento de la PEA, que registra unos 60 millones de individuos). De otros dos componentes del problema se habla menos: Del pleno desempleo y del subempleo.
La fuente de la advertencia trascrita arriba es el Centro de Investigación en Economía y Finanzas(CIEN).
Afirma ese organismo que el problema no es la falta de empleo”; las condiciones actuales del mercado laboral reflejan que la calidad de los empleos continúa siendo deplorable.
Apunta la investigación del CIEN un dato de suyo inadmisible: De la población económicamente activa desocupada, 48 por ciento cuenta con un nivel de preparación media superior, no obstante lo cual podría aceptar un trabajo que no requiere es nivel de escolaridad.
La ecuación tiene como resultado el siguiente: Los ingresos percibidos por esas personas no son los adecuados, de lo que sigue que la tasa de subocupación es mayor que la de los desocupados (7.3 por ciento) y que la producción económica sea limitada.
De cara a la revisión del Tratado de Libre Comercio
Otro dato para ilustrar nuestro optimismo. Éste en el entorno de la agonizante revisión del TLCAN: En el caso de industria automotriz, los negociadores de los Estados Unidos pretenden privilegiar el incremento de los componentes nacionales en la fabricación de automotores en zonas donde los salarios del personal son más altos.
¿Qué hace la diferencia? En la industria automotriz en México, el salario-hora promedio es de poco más de tres dólares. En los Estados Unidos hasta nueve veces más. Al inicio del TLCAN, hace 21 años esa diferencia era de cinco veces. La brecha se profundiza año con año.
Son asuntos que no aparecen, con la fuerza requerida, en las ofertas de gobierno de los presidenciables. Estos siguen afilando los puñales contra sus antagonistas.
* Director General del Club de Periodistas de México, A.C.
Foto: ADN Político